Identidades de cartón

¿En qué podría devenir la sociedad entera en caso de que Marcela y Felipe sean hijos de desaparecidos? ¿Qué puede suceder con cada uno de los que alguna vez (por ínfima que haya sido) trazaron una relación con algún producto de la empresa Clarín? ¿Qué con los que allí trabajan o con los que trabajaron, o con los que miramos un segundo los goles esos domingos faltos de fútbol para todos?¿Qué desencadenaría semejante cimbronazo en la vida de cada uno? Ni hablar de la vida de esos Jóvenes, dejemos eso para ellos por ahora. Hablemos de cada uno y de la sociedad en sí, como conjunto. ¿Mutaremos hacia otro canal y volveremos a depositar confianza ciega en alguien más que de ahora en adelante nos diga como vivimos? ¿O vamos a ser más cautos y a elegir mejor quien nos indica qué pensamos, quiénes somos, cómo vivimos? ¿O a caso vamos a afrontar la terrorífica libertad de hablar por nosotros mismos? ¿Cómo algo íntimo de otro pasa a ser público y nos atañe a todos juntos para luego también hacerse eco en nuestra privacidad y regresar al ámbito íntimo ahora de otras vidas? Es en un punto como si todos estuviéramos enredados en esa cadena de cromosomas, en ese ácido desoxirribonucleico, todos ahí esperando ser reconocidos, encontrados, encontrando, develando...a la espera de un gran suceso que nos libere y nos permita continuar, o más bien comenzar desligándonos y no, todo a la misma vez.
Han logrado que aceptemos ser los que dicen que somos, han logrado que en silencio dejemos que hablen de cómo somos, de cómo fuimos. De quiénes somos, nos suplantaron, nos definieron a su placer, nos desfiguraron, y ahora junto con la posible revelación del caso más atroz, de la mentira más repugnante, de la virtualidad más extrema que lograron imponer; cae la mentira, se borra la fachada y todos volvemos a ser.